jueves, 17 de abril de 2008

Colchones de lana

Me gustan los colchones de lana. En el Primero D vivía la señora Carmen. Era una mujer viuda y bastante callada. Siempre me pareció una abuela, posiblemente no era tan mayor pero vestía de negro y creo que nunca la vi sonreír. Tenía una terraza grande separada de la de la señora Leonor por un pequeño muro y una verja. Las dos daban a un patio interior, al igual que las galerías de los pisos superiores. Cada verano llegaba el colchonero y la señora Carmen prestaba la terraza para que los vecinos bajaran sus colchones de lana. Mis padres tenían uno de matrimonio. Después de todo un año, el colchón tenía sus dos siluetas hundidas en la lana. Se podría haber sacado un molde de sus figuras. Siempre que veo una película donde la policía marca la figura de un muerto en el suelo, me acuerdo de ese colchón. El colchonero llegaba con sus varas y su cardadora. Lo desarmaba por un extremo, sacaba la lana, la cardaba, la dejaba secar y la desenredaba. Trabajaba rápido. Yo me sentaba en la galería, metía las piernas entre los barrotes y observaba todo lo que hacía desde el tercer piso. Cuando terminaba volvía a meter la lana de nuevo y lo cerraba. Las siluetas desaparecían y el colchonero también. Mi colchón no es de lana, la señora Carmen ya no vive y ya no existen colchoneros. Es una pena, porque si tuviese uno, algún colchonero podría haber quitado las siluetas que hay en mi colchón. En los colchones de muelles las siluetas quedan para siempre y aunque le vaya dando la vuelta al mío de vez en cuando, las veo tan claras que podría dibujarlas igual que hacen los policías en las películas.

2 comentarios:

Mayte Sánchez Sempere dijo...

Hay siluetas, perfiles, que tienen la manía de quedarse dibujadas en todas partes... en los colchones, en los espejos, en restaurantes y butacas de cine... perfiles que podríamos modelar en barro de memoria si tuviéramos suficiente barro y suficientes ganas. El policía de la tiza me persigue a diario, para dibujar en todas partes una silueta vacía... y yo, con mis tizas de colores le pinto ojos, y una boca sonriente, porque a la ausencia también se le debe poner un poco de alegría.

Un beso,
Mayte

Jose dijo...

Me gusta eso de que a la ausencia también se le debe poner un poco de alegría...