miércoles, 29 de julio de 2009

Seis dedos

Cada vez que cojo el coche termino aparcándolo muy lejos de mi casa. Cuando mi hija va detrás en su silla, cruza los dedos para que encontremos un sitio cerca o por lo menos en el barrio donde está mi casa. Piensa que cruzando los dedos aparecerá un hermoso hueco para poder aparcar. Esta mañana mientras dábamos vueltas y vueltas por la Magdalena, me ha dicho que le gustaría tener otro dedo más en cada mano, uno chiquitín al lado del pequeño, así podría cruzarlos todos y tendríamos más suerte. Yo llevaba semanas con los dedos cruzados, pero anoche por fin los descrucé. No he tenido suerte. La bola del helado se ha caído sin probarlo, sin ver a que sabe y me he quedado con el cucurucho en la mano. Me gustaría que alguien me comprara otro helado como hacía mi madre si se caía la bola. Pero lo único que puedo hacer es limpiar bien el suelo, que una bola de helado lo pone muy pegajoso si se pisa. Hay cosas que, por mucho que cruces los dedos, nunca pasan. Ni teniendo un sexto dedo en cada mano. A pesar de todo, a pesar de no tener suerte cruzando los dedos, me siento afortunado porque la heladera me ha invitado a una cerveza, o dos o tres.

martes, 28 de julio de 2009

Saber elegir

Tengo la sensación de no saber elegir nunca la fila correcta en la caja del súper. Es una gran decisión que tomar... y suelo equivocarme. Miro a las personas que tengo delante, la cantidad de compra que llevan en las cestas o los carros y hago un análisis de cual será la cajera más rápida, y no sirve de nada. La abuelica que llevo delante con solo una barra de pan todavía no se ha acostumbrado al Euro, y después de darle vueltas y vueltas a las monedas en su pequeño monedero, acaba diciendo eso de "anda maja cógelo tú, que yo no entiendo". La señora con carro de bebé se ha olvidado de pesar los tomates y sale a la carrera con niño incluido a pesar la bolsa. En el viaje hasta la báscula aprovecha y coge los pañales y toallitas que se había olvidado. Otra señora, que es conocida de los padres de la cajera le pregunta por toda su familia, por si ya tiene novio, a donde va a ir de vacaciones, etc. A un señor no le pasa la VISA por el lector de tarjetas y no tiene dinero en efectivo, con los comentarios típicos como "pues vengo ahora del banco y hay dinero en la cuenta". La señora que quiere que le lleven la compra a casa a las 11 en punto y a esa hora el reparto está en otra zona del barrio. El cambio de turno de las cajeras que aprovechan para poner verde al encargado en voz baja por lo mal que las trata, mientras veo como las personas de la otra caja avanzan y avanzan. Y cuando ya me toca a mi, se ha acabado el rollo de papel de la caja con el que se hacen los tickets y hay que abrir la máquina para cambiarlo. Todo hace pensar que voy a conseguir salir del súper, pero aparece la mujer que compró un tinte para el pelo y no le gusta y lo quiere cambiar. Por supuesto no lleva ticket y la cosa se complica. Y ya por fin atravieso la puerta que se abre sola y llego a la calle, pensando que una vez más no he sabido elegir bien la fila correcta. Así me siento hoy, alguien que no sabe elegir. Alguien que parece que no aprende nunca a saber cual es la mejor fila en la vida. A este paso acabaré comprando en internet...

lunes, 27 de julio de 2009

Políglota y otros insultos

A los mejores amigos de papá los llamo tíos. Son tíos de mentira, aunque también tengo tíos de verdad. Son raros y divertidos pero a veces también me enfado con ellos. Mi tío Mario, que es de los de mentira, lleva un sombrero en la cabeza y una maleta con cuentos. Me gusta jugar con él a inventar palabras e idiomas raros. Un día jugando a inventar idiomas me dijo “Andrea, pero si eres políglota”. “Políglota serás tú”, le contesté, y me enfadé porque no está bien decirle eso a una niña de cinco años. Mi tío Luis es de los tíos de verdad y además es el mejor amigo de papá. Es un gigante con los pies muy grandes. El juego preferido con mi tío Luis es subirme encima de él. Mi prima Lucía, que es prima de verdad, vive en Colombia. Mi tío Luis me explicó el otro día, con una pelota que tiene pintado el mundo, el lugar donde vive mi prima. Me dijo que cuando yo estoy comiendo, ella se está despertando. Yo le dije que Lucia tenía mucho morro por dormir tanto. Mi tío se rió y yo estuve enfadada un buen rato. Tengo un pájaro que se llama Titín, como mi tío Valentín que es de mentira. Mi tío quiero decir, porque el pájaro es de verdad. Un día cuando vino a verme a casa de papá me dijo, “Andrea cada día estás más alta y más roya”. Me gusta que me digan que estoy más alta pero no que soy una roya. Un rollo es tener que recoger los juguetes. Así que me enfadé. Cuando voy con mi papá por la calle y nos encontramos con gente que él conoce, yo me quedo callada y no les contesto nunca. Mi papa les explica a todos que soy muy tímida. Luego en casa, a mí me dice que si no quiero hablarles no pasa nada, que ojalá pudiera hacer él lo mismo. No se porqué no lo hace, es muy fácil. Con mis abuelos también me enfado. Mi abuela Pilar me debe querer tanto que cuando me ve me lo dice gritando y me da un montón de besos de esos que suenan mucho. Con mi abuelo Vicente es al revés, como está un poco sordo tengo que gritarle y no se entera de lo que le digo, y yo me enfado con él. A veces cuando no se de que se ríe la gente, pienso que se ríen de mi. A algunos mayores también les pasa. Cuando me enfado, me voy a mi cuarto y mi papá que debe hacer magia, me lee los pensamientos y siempre sabe porque estoy enfadada. Ayer yo estaba muy enfadada y papá me dijo, “Andrea te voy a enseñar un libro”. El título era Diccionario y en realidad eran dos porque como están todas las palabras que existen no caben en uno solo. Buscamos políglota, roya y un montón de palabras más que yo no conocía. Algunas veces sigo enfadándome, pero ahora ya se que ni mis tíos de verdad, ni los de mentira, ni mis abuelos se ríen de mí. Papá me dice todos los días “Andrea te quiero tanto, que no se cuanto”. Y aunque yo le respondo que es un pesado y pongo cara de enfadada, no es de verdad porque me gusta mucho que me lo diga.

domingo, 26 de julio de 2009

Apariciones...

Desde hace un tiempo se aparece cuando menos me lo espero. Hoy la he visto debajo del mar. Ella a mi no, normalmente no lo hace, pero yo la observo. He tomado aire y cuando me he sumergido, allí estaba. No tenía aspecto de sirena, y mucho mejor así, simplemente era ella. Hoy estaba cavando un hoyo en el fondo del mar y enterrando un cofre con cosas que le pesan y que ya no quiere guardar. Una vez la vi sentada en una valla de publicidad sonriendo a la gente que pasaba. Y otra saltando de nube en nube mientras iba comiendo algodón. La vi desde un avión de papel que me he hice para seguirla por el aire. Hoy, después de tapar el hoyo ha escrito una palabra en la arena. Y aprovechando el paso de unas anchoas se ha ido con ellas. He tenido que salir a respirar y cuando he vuelto a sumergirme no he podido encontrar la palabra que había escrito en la arena. Le he mandado un mensaje a través de un cangrejo. Es lo que tiene entenderse con los cangrejos, que se abre un nuevo mundo de comunicación con los seres que están en el mar, y hoy ella estaba allí. Al rato ha vuelto el cangrejo con un mensaje para mí… aunque sigo sin saber que palabra estaba escrita en la arena. No importa, tal vez se me vuelva a aparecer pronto y siga escribiendo palabras en el mar, en el aire y en las paredes.

jueves, 23 de julio de 2009

Parte de algo...

Una pequeña muestra de lo que espero forme parte de otro libro... de otra historia...





Western

Vivo en una calle peatonal con sus árboles (castaños de indias) y sus bancos de metal. A lo largo del día se sienta mucha gente en ellos... y a lo largo de la noche también. Podría hacer un blog sólo de las cosas que pasan en mi calle, de lo que veo en los bancos, de lo que hablan sus ocupantes, sus viajeros y sus conversaciones, pero hoy me limitaré a la de anoche. Estos bancos no cierran como los bares, así que si te llevas tu propia consumición puedes estar hasta que tu quieras. No se hasta que hora estuvieron ayer los tres hombres que hablaban de cine porque al final conseguí dormirme pero sin duda era tarde... muy tarde. La tertulia de cine no tenía moderador que marcara 59 segundos de intervención, o que llevara la conversación a algún sitio. La conversación iba y venía... A los tres tertulianos de anoche Dios no los había llamado por el camino del cine, pero eso da igual, ¿quién no sabe de cine en estos tiempos? La discusión giraba en torno a los Western, al principio por lo menos. No se pusieron de acuerdo sobre cual ha sido el mejor Western de todos los tiempos, se veía venir de todas maneras. Las tres elegidas fueron Por un puñado de dólares, El bueno, el feo y el malo y Sin perdón (última película que había visto uno de ellos en cine comercial según el mismo dijo). John Waine salió elegido como mejor actor del género. Para ello tuvieron que concentrarse bastante hasta que dieron con ese nombre. Y aunque ninguno de los tres había visto la última de Clint Eastwood, todos afirmaron que era una grandísima peli, eso si, previa discusión si se llamaba Gran Torino o Gran Tonino.
Con estos tres hacía yo un programa de tv. sobre cine para ponerlo a la hora de la siesta, que últimamente el Tour de Francia no me da tanto sueño como otros años.

Me gustan las cucharas

Aunque yo no las veo, todas las mujeres tienen una cuchara que llevan siempre con ellas. Unas son de madera, otras llevan cucharones, cucharillas de café, cucharas soperas… La mayoría de las veces ni siquiera son conscientes de que las tienen, ni de que las utilizan. Yo soy como un vaso de leche con Colacao y han sido muy pocas las que la han usado conmigo. Cuando estoy en calma el chocolate está posado en el fondo y la leche pierde el tono marrón. Todo está tranquilo. Pero a veces, no demasiadas a lo largo de mi vida, una cuchara, cucharilla o cucharón se ha colado en mi vaso y ha revuelto de nuevo la leche con el Colacao. El chocolate vuelve a mezclarse con la leche, y todo está revuelto. Todo. No siempre queda un buen chocolate con leche, a veces hay grumos que no son capaces de deshacer esas cucharas. Otras si, otras te hacen girar en una dulce mezcla. Nadie sabe cuanto tiempo me sentiré revuelto, ni cuando dejará esa cuchara de revolverme. Nunca he entendido porqué unas cucharas y no otras o el porqué de los grumos. Hay mujeres que sé, que llevan una cuchara y que podrían meterla en mi vaso. Lo sé desde que las conozco. Podrían revolverme de nuevo. A ellas les veo la cuchara enseguida. Algunas veces meto el vaso de colacao al congelador para que ninguna cuchara pueda revolverlo y otras lo caliento para que se revuelva mejor. Seguro que hay algún motivo que desconozco para regular la temperatura del vaso, he aprendido a hacerlo. Aun así brindo con Colacao por las cucharas, por las cucharillas y los cucharones. Salud.