domingo, 23 de mayo de 2010

Pelis del oeste

A veces hay que hacer cosas para no perder por siempre un recuerdo, para mantenerlo vivo algún tiempo más aunque sea ya muy viejo. Cuando yo tenía 11 años, Mecano había publicado aquel disco con un reloj en la portada y cantaban aquello de "allí me colé y en tu fiesta me planté", y aunque yo no sabía que era una fiesta, sonaba muy bien eso de "coca-cola para todos y algo de comer, mucha niña mona pero ninguna sola". Además ese año se jugaban unos mundiales de fútbol en España y tuve naranjito para meses. Aquel año me hice amigo de un extraterrestre que se llamaba E.T., ese año quise que apareciera un E.T. en mi armario y me dijera eso de "mi caaaaassssssa". Ese año pase unas semanas veraniegas en Valmadrid, ya que unos amigos de mis padres tenían una casa que nos prestaron. Con otros niños íbamos en bici a la estación de tren abandonada. Por allí pasaron hace muchos años antes los trenes que iban de la cuenca minera a Zaragoza. En aquella estación había unos cuantos decorados de peli de vaqueros apoyados en el abandonado edificio principal. Recuerdo que al llegar allí, nos callábamos un poco asustados esperando escuchar sonidos de rifles, indios y caballos, hasta que salíamos pitando camino del pueblo con las bicis. Hoy he vuelto a Valmadrid para que no se pierda este recuerdo, aunque los decorados ya no estaban, han desaparecido para siempre. Al volver a casa he descubierto que en el año 1967 se grabó allí parte de una película de Western llamada "Los largos días de la venganza"... Dentro de otros 30 años espero acordarme de la tarde de hoy en la que me he sentido como el niño de 11 años que iba en bicicleta a buscar la emoción de unos decorados de una peli del oeste...

miércoles, 19 de mayo de 2010

Mi primer recuerdo

Últimamente hago pequeños ejercicios que pueden parecer que no sirven para nada, últimamente miro al principio de todo, a lo más antiguo que recuerdo, a mi primer recuerdo. No lo hago buscando nada en particular, no deseo que sea una risa de alguien, ni un pijama con hipopótamos dibujados, o un juguete compartido con mis hermanos. No sabría decir cual es el recuerdo más antiguo que tengo, tengo pocos y sin consistencia, mezclados y confundidos. Recuerdo el mar y los barcos pesqueros en los que me subía cuando íbamos de vacaciones. Recuerdo los días de Reyes, el festival que organizaban en el banco donde trabajaba mi padre con los títeres de cachiporra, recuerdo las paredes de casa empapeladas con aquel papel engomado, el día que fuimos todos a ver La guerra de las galaxias, mi segundo día de cole y todo lo que lloré, el patio del colegio y sus porterías, la cocina de leña de la casa de mi abuela, el olor a serrín en la carpintería de mi tío Luis, la culpa por decir tacos y la confesión, el miedo a las revisiones médicas en el colegio, la chica con la que soñaba ser mayor siendo un niño, la enfermedad de mi padre y sus purés, los doce goles a Malta en la televisión a color de casa de mi abuela, los campamentos en el valle de Pineta, recuerdo a Parchís y a Verano azul, recuerdo el mundial del Naranjito, mi primer día de instituto y también el último, los ochenta los recuerdo muy bien, los noventa los he olvidado bastante, los interrailes, los mariachis, el día que mentí sin querer porque no sabía que nada es para siempre, las pupusas del Salvador, mi casa con jardín, la locura y la pena, el hospital infantil, Andrea, los abrazos y los monstruos, el día en que te conocí y el último fin de semana. A veces te lo pregunto, me gusta recordar como fue el día en que te conocí. Es posible que en cualquier momento, cuando esté recordando cual fue mi primer recuerdo, aparezcas como una niña pequeñita dándome un beso al pie de algún tobogán. Tal vez nos enfadamos después por un cubo o una pala y nos hayamos dado un tiempo de treinta y tantos años para volver a darnos un beso... al pie de la torre de la Magdalena.

http://www.youtube.com/watch?v=DyIw0gcgfik&feature=related

domingo, 16 de mayo de 2010