domingo, 14 de diciembre de 2008

jueves, 11 de diciembre de 2008

martes, 2 de diciembre de 2008

Reyes Magos

Me gustan los Reyes Magos. Recuerdo cuando era muy chiquitín y mi madre me despertaba a besos por las mañanas. Nada es para siempre y aquella manera de despertarme tampoco. Con los años, mi madre se ponía su traje de guerrera, abría la puerta de mi cuarto y nos iba despertando a mi y a mis hermanos con frases como venga, arriba que vais a llegar tarde al colegio, rápido que no llegamos, ya tenéis el desayuno preparado, lávate la cara... En ese momento dejé de ser un niño pequeño para ser un niño con obligaciones, la más importante ir al colegio. Eran aquellos años en que todavía creía en los Reyes Magos. Pero llego el día en que se acabó ser un niño con las cuatro letras que creía que en la vida podían pasar cosas increíbles y mágicas como que tres tipos con barbas y casi 2000 años entraran en las casas de todos los niños del mundo en una noche y te dejaran los regalos que tu querías. La vida era otra cosa más real y había llegado el momento de saberlo. En ese momento deje de ser un niño para ser un hombrecito al que se le había roto la magia de los niños. Tres décadas después he vuelto a descubrir que no existen los Reyes Magos, que no pueden pasar cosas increíbles y mágicas, que nada es para siempre y lo peor de todo es que al ladito de mi cama tengo un despertador que no me da besos cuando abro los ojos cada mañana.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Cuentos de hadas

Ya no creo en cuentos de hadas
aunque alguna princesita
se quiera meter en mi cama.

La Bella Durmiente
toma pastillas para dormir
el príncipe la abandonó
y ya no quiere vivir.

El Patito Feo
ni es cisne ni es nada
en el estanque del parque lo vi
muerto de una pedrada.

Blancanieves enloqueció
en el hospital está ingresada
ve madrastras en los sueños
con manzanas envenenadas.

Ya no creo en cuentos de hadas
aunque alguna princesita
se quiera meter en mi cama.

El príncipe de pelo lacio
se está quedando calvo
polvo blanco en la nariz
tuvo que dejar el trabajo.

La casa de la abuelita
nadie pudo salvarla
el pantano la inundó
con la cesta de miel y pastas.

Hansel se fue al estanco
y nunca más volvió
Gretel va a terapias
tres días a la semana.

Ya no creo en cuentos de hadas
aunque alguna princesita
se quiera meter en mi cama.

Mándame un hada madrina
que no puedo ya ver nada
que me de con su varita
que la magia se me escapa, porque…

ya no creo en cuentos de hadas
aunque alguna princesta
se quiera meter en mi cama.

miércoles, 29 de octubre de 2008

jueves, 16 de octubre de 2008

martes, 30 de septiembre de 2008

jueves, 25 de septiembre de 2008

El Cid

Me gusta el Cid. A mi abuelo le pilló la guerra estando afiliado a la CNT. No tardaron en denunciarlo sus propios compañeros de la fábrica al grito de ¡viva Franco! y ¡viva España! Juzgado como culpable de antemano, fue desterrado de Monzón al estilo del Cid Campeador pero sin caballo ni espada. No tengo ni un solo recuerdo de mi abuelo. En cambio de mi abuela si. Rezaba cada día el rosario sentada en el sofá, a veces guiada por la ayuda de mi madre. Yo miraba como sus labios se movían y emitían un sonido seseante sin ninguna palabra comprensible. Nunca entendí porqué lo hacía. Porqué rezaba el rosario de aquella iglesia que apoyaba a los mismos que la hicieron abandonar su casa, su familia y su vida. Es posible que el destierro viniera acompañado de la penitencia de rezar el rosario todos los días de su vida. Seguro que era así…

Hoy he vuelto al banco de madera donde suelo empaparme del sol mientras leo algún libro. Desde la primavera no lo hacía. En verano el sol no me empapa, me quema, así que ha tenido que llegar el otoño para volver a mi banco. Llevaba veinte páginas leídas del último libro que me ha regalado una amiga por mi cumpleaños, cuando he visto y oído a una señora muy mayor que caminaba apoyada en su bastón rezando el rosario. Me ha recordado a mi abuela y he querido pensar que tal vez esa señora también sufrió un destierro y está cumpliendo su penitencia. Seguro que es así…

miércoles, 24 de septiembre de 2008

jueves, 18 de septiembre de 2008

sábado, 13 de septiembre de 2008

martes, 9 de septiembre de 2008

Septiembre










domingo, 31 de agosto de 2008

lunes, 25 de agosto de 2008

lunes, 18 de agosto de 2008

Magia

Me gusta la magia. Me hubiera gustado tener poderes mágicos como Harry Potter. No sería tan extraño, mi madre los tiene. No se de donde los sacó ni en que momento se dio cuenta de que los tenía. Yo siempre la recuerdo con poderes mágicos. Desde pequeña los utilizó. Una de las primeras cosas que hizo fue convertir a las dos tías que la criaron en el pueblo, en dos madres. Yo no conozco a muchas personas con dos madres pero la mía las tuvo. En la cocina era capaz de cortar el papel de aluminio en el borde de una puerta haciendo un corte recto y limpio. Supongo que utilizaba algún rayo láser que le salía de los ojos. Yo soy incapaz de hacerlo, no tengo sus poderes. Con un hacha mágica troceaba un pollo en una tabla de madera. Si yo tuviera esa hacha, no destrozaría las pechugas cada vez que las quiero cortar. Podía secar la ropa tendida un día de lluvia. Utilizaba un plástico transparente mágico impidiendo que se mojara nada del tendedor. Los sábados tenía que emplear su magia a fondo. Era el día de ir al mercado con mi madre la maga. Era capaz de estar en dos o tres puestos diferentes al mismo tiempo. Pedía el turno y después con su magia conseguía estar comprado a la vez sardinas, naranjas y queso. Creo que hipnotizaba al los vendedores y al resto de mujeres del mercado. Yo sólo hago fila en el super y alguna vez se me cuelan las abuelas. Normal, no puedo hipnotizarles. Multiplicaba el dinero que traía mi padre a casa. Esto no se como lo hacía. Nunca estaba enferma. Debe formar parte de las personas con poderes mágicos. Me he pasado la vida viendo cosas mágicas. Se que utilizó la magia conmigo y con mis hermanos. Ahora es abuela y veo la misma magia con sus tres nietos. Me gustaría tener la magia de mi madre, la Maga Pilarin.

Sombreros




Me gustan los sombreros. No he tenido muchos sombreros en mis 13492 días de vida. Algunos me duraron mucho tiempo y otros no demasiado. En mi ciudad casi siempre sopla el viento y debe ser por eso que más tarde o más temprano se despegan de mi cabeza y se caen al suelo. Suelen caerse en charcos de agua sucia, o son atropellados por algún autobús urbano. Incluso uno de ellos se lo comieron los ratones sin que me diera cuenta. Pensando que es inútil luchar contra el viento decidí no volver a llevar sombrero. El final siempre es el mismo y cuando los veo tan rotos y sucios me pregunto como pude llevarlos puestos en la cabeza. El viento no avisa, de repente sopla y te quedas sin sombrero, así que pensé que quería sentir el sol y la lluvia, e intentar romper esa rueda que gira y gira para llegar siempre al mismo punto. Hace poco tiempo, Paula me regalo un sombrero rojo. Quise probármelo, y aunque al principio me pareció que no era mi talla, enseguida sentí que no quedaba nada mal en mi cabeza. Me miraba al espejo y me veía guapo, Desde que me lo probé sólo me lo he quitado para dormir. Cada noche lo he puesto suavemente en la almohada vacía de mi cama. Incluso me lo he llevado de vacaciones, al otro lado del mar. Pero el viento no avisa y ha vuelto a soplar. Mi sombrero rojo ha salido volando, la rueda sigue girando y no he encontrado la manera de pararla. Esta vez el sombrero no ha caído en ningún charco. Se fue por la ventana de la cocina y cayó en un pequeño jardín que hay en el patio interior de mi casa. Ha quedado alguna mancha, pero también un agradable olor que hacía mucho que no respiraba. Ya no lo pongo en mi almohada vacía cada noche pero lo he colgado en el perchero de mi cuarto para no olvidarme de que, aunque siempre sopla el viento, estoy muy guapo con un sombrero en la cabeza.

sábado, 28 de junio de 2008

Nubes


Me gustan las nubes. A Bárbara le crece una planta en el pie. Nace en la suave curva de su empeine y le gusta descalzarse para que le dé el sol. Cuando nota el calor anaranjado y la luz con forma de sonrisa del sol, la planta crece, trepa por su pie y se enreda en su tobillo. Bárbara tiene tiempo para pensar, así que piensa, a veces en el metalenguaje. Pero hay otras que piensa en esa planta creciendo y enredándose por todo su cuerpo. Se siente abrazada. No es un abrazo por delante, de lado, o por la espalda. Es por todo el cuerpo. Así que puede dejarse en esos brazos largos y seguros que crecen hacia arriba. Directa a las nubes. A Bárbara le gusta viajar en nubes blancas. Las que más le gustan son las que tiene forma de perra. Se sube en ellas y viaja por su mundo de sueños, alegrías, frustraciones y sobre todo, deseos. Se pasea por las cosas ya pasadas y también sueña paseos imaginarios de un futuro que sólo ella inventa. Cuando quiere parar de pensar, pone su pie a la sombra, deja la nube con forma de perra en la que viaja y se agarra a su planta para descender hasta el suelo. Después Bárbara se calza y camina despacio hacia su mundo real. A menudo se quita los zapatos y vuelve de nuevo a su nube ayudada por una planta que la abraza como nadie lo ha hecho nunca. Y vuelve a soñar. Realmente no sé como es Bárbara, pero así la he visto hoy desde mi nube. La mía tiene forma de letras y también pasea por futuros imaginarios que sólo yo invento.

miércoles, 11 de junio de 2008

Leer

Me gusta saber leer. Hoy he buscado una sombra en la plaza de San Bruno y he leído un rato hasta que ha salido mi hija del colegio. No logro mantener mi atención mucho rato en el libro, cualquier cosa me distrae. Mientras leía estaba escuchando el sonido de una escoba barriendo la plaza. Un barrendero vestido de naranja barría cerca del carrito donde echa la basura. Dos niños pequeños jugaban con el carro, sacaban cosas de dentro y Luis, el barrendero seguía barriendo. Son sus hijos, estaban pasando la mañana con él. Su mujer, que también le acompañaba, se ha sentado a mi lado. Es mi marido, me ha dicho, ¿no lo despedirán porque lo sigamos verdad? No lo se, le he respondido mientras me encogía de hombros. Un pequeño silencio, una línea leída y otra frase de la mujer, que gusto leer ¿verdad? Un monosílabo, si. La verdad es que no le he dado importancia al comentario. Oye, ¿tu sabes donde me pueden hacer un certificado donde ponga que no se leer?, es que me lo ha pedido el abogado. No esperaba una pregunta así, jamás me lo había planteado. Esa mujer gitana no sabía leer y necesitaba un certificado de que era cierto. Ni idea, ha sido lo único que he podido contestarle. Se ha levantado y se ha ido con sus hijos. De repente me he dado cuenta de la importancia de su frase. Si, es un gusto saber leer.

Volcanes

ME GUSTAN los volcanes. Hace muchos, muchos años, cuando los elementos eran dioses, el dios sol se miraba cada día en los mares, océanos, ríos y lagos. Había encontrado un espejo para contemplar su belleza y su luz. Como la tierra no deja nunca de girar, el sol se miraba como la madrastra de Blancanieves en un espejo giratorio de agua. Un día cualquiera, uno como todos, estaba contemplándose cuando vio algo hermoso que brillaba. Era el volcán Atitlán. El sol, enfadado mandó a los vientos, a la lluvia y a la tempestad para apagarlo. Llovió durante meses hasta que convirtió el cráter en un lago. El lago Atitlán. Ahora, cuando deja de verse el sol, el lago comienza un baile inexplicable de olas. A mi me gusta pensar que es el volcán. Quiere volver a brillar, salir de las profundidades de la tierra donde está escondido y en ese intento hace que las aguas que lo apagaron se muevan. Tiene miedo a que el sol se entere y vuelva a mandarle vientos, lluvias y tempestades. Si pudiera, cuando va a amanecer, pararía la tierra y la haría girar en sentido contrario para ganarle tiempo al sol, y así otra vez, y otra y otra. En cuanto pueda iré una vez más a verlo y le contaré lo que yo se y él no sabe. Que si se atreve a brillar será tan hermoso que el sol confundido no podrá mandarle vientos, lluvias y tempestades porque su belleza, desde lo más profundo, desde el lugar en que se esconde, es más poderosa que el miedo. Es un volcán, como yo.

Cremalleras

ME GUSTAN los pantalones que tienen botones y no cremallera. Cuando era niño pasábamos los veranos en la piscina. Mis padres eran socios de una y aunque yo soñaba con ir de vacaciones a la playa, al final no se estaba tan mal allí. Una tarde me ocurrió algo espantoso. Quítate el bañador que está mojado y ponte el pantalón, me dijo mi madre. Supongo que saldría de casa con el bañador puesto y no tendría calzoncillo para cambiarme. Con 7 años no necesitas un vestuario para quitarte el bañador, así que te quedabas desnudo en cualquier lugar. Da igual como te vistas o te peines, las madres siempre te dan su toque final. Ven que te subo la cremallera y te peino, me dijo mi madre después de darle el toque final a mis hermanos. Pero la cremallera se quedo a mitad, atascada con la piel de mi infantil pene. Mi madre intentaba solucionar aquello mientras yo chillaba. Lo peor vino a continuación. Enseguida aparecieron otras madres, les encanta ayudarse entre ellas y dar consejos sobre las cosas que nos pasan a los hijos. El Batallón de Madres en Ayuda debió de tardar más de una hora en dar su toque final con aquella cremallera. Cuando tenía 15 años, y ya había dado el estirón, heredé un pantalón vaquero con botones en la bragueta de mi primo Javier. Era un Levis 501 desgastado y viejo. A mi no me importó, al revés, fueron mis pantalones preferidos durante mi adolescencia. Cremalleras, Nunca más.

Molinos de viento

ME GUSTAN los molinos de viento. Cuando era niño tenía miedo a la oscuridad. Ahora que estoy más cerca de los 40 que de los 30 mis miedos han ido creciendo con los años. Una vez oí que el miedo es como una montaña y que cada uno la sube y la baja libremente. Si tienes delante de ti una cordillera, una cadena montañosa de temores, puedes llegar a pensar que jamás serás capaz de atravesarla, crees que detrás de un pico viene otro y después otro y otro. Entonces aparece el mayor de todos, el miedo a los miedos. Te sientes pequeño, incapaz de ponerte las botas y la mochila y empezar a subir. La mayoría de los miedos forman parte del pasado y del futuro. En el presente los miedos desaparecen. El presente es llano, liviano, descansado, luminoso, suave, fácil. Se que mi cabeza inventa los temores, no lo se hacer de otra manera. Pienso si me estaré volviendo loco. Hay que estarlo para inventar fantasmas. Así que en esos momentos cojo el coche y me voy a ver los molinos de viento. Los miro con atención, con la misma que un niño mira las piezas de un juguete que acaba de desmontar para entender su funcionamiento. Los miro y no veo gigantes, sólo molinos que giran con el mismo viento que noto en mi cara y escucho el rítmico sonido de las aspas, acompasado, y constante. Muy loco tenía que estar El Quijote para ver gigantes, pienso. Me monto en el coche de nuevo, echo una última mirada, y nada, sólo molinos. Aun estoy lejos de la locura. En el fondo se que no veo gigantes por una sola razón, porque no los quiero ver.

jueves, 29 de mayo de 2008

viernes, 23 de mayo de 2008

Houdini


Me gusta Houdini. Puse mis ojos en su boca, mi sonrisa en su espalda, mis manos en sus pechos, mis pies en los suyos, mi nariz en su ombligo, mi pelo en sus párpados, mi saliva en su cuello, mis lágrimas en su pijama, mis oídos en su corazón y mi corazón en sus manos. Sus manos eran delicadas con él. Lo acariciaban constantemente para que no se parara. Un corazón enamorado si deja de acariciarse se para. A veces lo masajeaba con fuerza, haciéndolo funcionar como el de un deportista de élite. Ahora ya no miro sus labios, no toco sus pechos, no se si sus pies están fríos, no reconozco su olor, no mojo su piel con mis besos, no se que dice su mudo corazón, me seco las lágrimas con papel de cocina, pero sin embargo sigo poniendo mi corazón en sus manos. Y duele. Porque aunque no lo maltrata, siento sus manos duras e inmóviles como las de un maniquí de una tienda de ropa barata. Manos frías con las uñas mal cortadas que dejan arañazos profundos. Cuando en un acto desesperado me arranque el corazón y quiera volver a ponerlo en sus manos, no me dejes hacerlo. Secuéstralo, mételo en una caja fuerte, comete la llave y pídele a Houdini que la haga desaparecer. Y sólo cuando mi corazón no necesite sus caricias, le pides de nuevo a Houdini que haga aparecer la caja fuerte y la abres, que yo mismo pagaré el rescate para que vuelva a sentir las caricias de otras manos.

domingo, 18 de mayo de 2008

Ballet




miércoles, 14 de mayo de 2008

Baldosas


Me gustan las baldosas. La primera vez que probé su droga fui yo quien se la pidió. Y ella me la dio encantada, con todo el bar por testigo. Podía haberlo dejado, pero seguí consumiendo. Me convertí en adicto a sus besos y sus caricias. Consumía su droga públicamente en la calle y a escondidas en un oscuro portal. Consumía porque aquello era muy rico. Su droga me hacía sentir bien, el rey de su mundo. Me ayudaba a dormir y me hacía soñar con pinturas de madera, que dibujaban el futuro con líneas de 12 colores. Cuando yo estuve muy lejos, atravesó 7000 kilómetros de nubes para traérmela. ¿Cómo no iba a engancharme? Después compartimos casi 300 metros de baldosas para consumir a todas horas. Pero un día se acabó. Ya no habría más besos, ya no pondría su mano en mi pelo, ni me dejaría olerla. Se terminó la droga. Pasé el mono, me dolieron los huesos, caminé por la cuerda floja que separa la locura de la cordura, sin red. Intenté conseguir su droga haciéndome daño, sangrando lágrimas que formaron mares donde lancé miles de botellas con mensajes escritos en servilletas usadas. Probé otras drogas y bebí metadona de cariño que me regalaron enfermeras con minifalda blanca. Pero seguían doliéndome los huesos. Me despertaba y me acostaba sintiéndome un yonki, deseando consumir tumbado sobre alguna de aquellas baldosas que se repartían escaleras arriba y escaleras debajo de un refugio que acabó convertido en un escenario de guerra, bombardeado por la indiferencia y la distancia. Vendí todas aquellas baldosas frías y rotas a buen precio, y me hice un hueco en otro lugar más pequeño. Llené el suelo de alfombras para olvidar, pero todavía hoy se me duermen los pies porque mi corazón necesita aquella droga para latir con fuerza y repartir la sangre hasta los dedos. Intento convencerme de que no la necesito y olvidar que estuve enganchado con cadenas a ella. Se que nunca más la probaré, pero si un día lo hago me descalzare, porque quiero escuchar como el corazón lanza sangre como fuegos artificiales y vuelvo a sentir una fría baldosa en mis pies.

martes, 13 de mayo de 2008

Algunos más...



Más recortes...


Recortes...

No son días de palabras... tal vez haya sido la anestesia que me ha dormido las letras. Son días de cartulinas y cuter... me quedé mudo...






Bruno el erizo


Bruno es un erizo
tiene el cuerpo lleno de pinchos
Nadie juega con Bruno,
es un erizo.

Si Bruno juega a la pelota
pincha una detrás de otra.
Si Bruno monta en bicicleta
al poco rato la rueda explota.
Y es que nadie juega con Bruno,
es un erizo.

Bruno está desesperado
a casa pronto hoy ha llegado.
Su padre piensa en la cocina
un traje yo le voy a hacer
con una lata de sardinas,
así Bruno podrá jugar
así Bruno nada va a pinchar.
Y es que nadie juega con Bruno,
es un erizo.

Con su traje de hojalata
hasta música puede hacer
con un palo lo golpea
lo descubrió sin querer.

Bruno es un erizo
tiene el cuerpo lleno de pinchos
Ya todos juegan con Bruno,
es un erizo.

http://profile.myspace.com/index.cfm?fuseaction=user.viewprofile&friendid=297856490

sábado, 19 de abril de 2008

8

Me gusta el 8. Una mañana un 3 se miró al espejo y se vio tan rellenito y tan completo que se gustó. Así que desde entonces se convirtió en el 8. Para eso existen los espejos, para que te guste lo que ves en ellos. A los treses no les gustó nada y el 8 fue expulsado de la familia de números dejando de tener la consideración de número primo. No existen 8 colores del arco iris, ni 8 pecados capitales, ni 8 maravillas del mundo, ni 8 vidas tiene un gato. E incluso a los que necesitan ponerse un 8 en los ojos para ver bien se les llama 4 ojos, en lugar de 8 ojos. El 8 es tan bonito, que cuando se tumba para descansar se convierte en infinito. A la lluvia también le gusta el 8. Cada gota de agua se junta con otra en los charcos, en los ríos, en los lagos y en el mar para dibujar ochos perfectos que duran solo un instante. Los niños se comen ochos de sabores derritiéndose en cucuruchos de galleta. Si la tierra tuviese dos lunas, estarían juntas, una encima de la otra haciendo equilibrios mientras crecen y decrecen, formando un 8 blanco cuando estuvieran llenas. A la semana le falta un día, el octavo. Ese día en el que si te miraras al espejo te verías completo y te gustarías. Ese día en que harías pompas de jabón en la bañera, inventando ochos que mueren cuando los tocas. El diccionario dice que el 8 es el número natural que sigue al 7 y precede al 9. Demasiado simple, ¿verdad?

jueves, 17 de abril de 2008

Sofía



Me gusta lo que pinta Sofía. Sofía pinta cada noche una gran sábana y se acuesta enrollada en ella como un capullo de mariposa. Antes de acostarse, cuando el ritmo de cada día se reduce y puede dedicar tiempo a las cosas que siente, cierra los ojos y pinta con pinceles que no existen, pinceles muy largos y elegantes. Pinta sus miedos al cambio y sus inseguridades. Sus ganas de beberse la vida, con sorbos pequeños, disfrutándola. Pinta su deseo de amar y ser amada. Pinta unas alas muy grandes para volar. Pinta un beso de mujer, transformado en magia y sueños. Cada día se acuesta y se enrolla en su tela recién pintada. Cada noche desea soñar que a la mañana siguiente saldrá de su capullo convertida en una hermosa mariposa y ya no tendrá que dibujar cada noche una sábana y enrollarse en ella. Se que todo esto que te he contado de Sofía es verdad, porque ella lo cuenta en sus pinturas. Sofía pinta a Sofía, y a mi me gusta.