miércoles, 5 de marzo de 2008

Pipas


Me gustan las pipas. Con la primavera aparecían los gitanos, la trompeta, la escalera de madera y la cabra. Los balcones y ventanas parecían palcos de un teatro callejero y allí abajo la función. A mi me tocaba siempre un pequeño palco en la quinta planta, que era el piso en el que vivía mi abuela. Ella se ponía la mano encima de los ojos a modo de visera ya que sus cataratas le impedían ver bien el espectáculo. Yo le contaba cuantos eran, el color de la cabra y sobre todo el momento en el que aquel animal, llegaba a la pequeña plataforma de madera encima de la escalera al ritmo del sonido de la trompeta Era breve, pero también gratis. Las gitanas y los niños miraban hacia los palcos pidiendo monedas. Y las monedas llovían, caían, rodaban por el suelo. Las recogían a toda prisa y desaparecían. Los balcones y ventanas volvían a quedarse vacíos. Entonces yo bajaba y miraba debajo de los coches aparcados por si hubiera quedado alguna moneda. Si había suerte me compraba un paquete de pipas que me comía en honor de los gitanos y la cabra. Eso si, con sal.

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