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Me gustan las nubes. A Bárbara le crece una planta en el pie. Nace en la suave curva de su empeine y le gusta descalzarse para que le dé el sol. Cuando nota el calor anaranjado y la luz con forma de sonrisa del sol, la planta crece, trepa por su pie y se enreda en su tobillo. Bárbara tiene tiempo para pensar, así que piensa, a veces en el metalenguaje. Pero hay otras que piensa en esa planta creciendo y enredándose por todo su cuerpo. Se siente abrazada. No es un abrazo por delante, de lado, o por la espalda. Es por todo el cuerpo. Así que puede dejarse en esos brazos largos y seguros que crecen hacia arriba. Directa a las nubes. A Bárbara le gusta viajar en nubes blancas. Las que más le gustan son las que tiene forma de perra. Se sube en ellas y viaja por su mundo de sueños, alegrías, frustraciones y sobre todo, deseos. Se pasea por las cosas ya pasadas y también sueña paseos imaginarios de un futuro que sólo ella inventa. Cuando quiere parar de pensar, pone su pie a la sombra, deja la nube con forma de perra en la que viaja y se agarra a su planta para descender hasta el suelo. Después Bárbara se calza y camina despacio hacia su mundo real. A menudo se quita los zapatos y vuelve de nuevo a su nube ayudada por una planta que la abraza como nadie lo ha hecho nunca. Y vuelve a soñar. Realmente no sé como es Bárbara, pero así la he visto hoy desde mi nube. La mía tiene forma de letras y también pasea por futuros imaginarios que sólo yo invento.