Cada vez que cojo el coche termino aparcándolo muy lejos de mi casa. Cuando mi hija va detrás en su silla, cruza los dedos para que encontremos un sitio cerca o por lo menos en el barrio donde está mi casa. Piensa que cruzando los dedos aparecerá un hermoso hueco para poder aparcar. Esta mañana mientras dábamos vueltas y vueltas por la Magdalena, me ha dicho que le gustaría tener otro dedo más en cada mano, uno chiquitín al lado del pequeño, así podría cruzarlos todos y tendríamos más suerte. Yo llevaba semanas con los dedos cruzados, pero anoche por fin los descrucé. No he tenido suerte. La bola del helado se ha caído sin probarlo, sin ver a que sabe y me he quedado con el cucurucho en la mano. Me gustaría que alguien me comprara otro helado como hacía mi madre si se caía la bola. Pero lo único que puedo hacer es limpiar bien el suelo, que una bola de helado lo pone muy pegajoso si se pisa. Hay cosas que, por mucho que cruces los dedos, nunca pasan. Ni teniendo un sexto dedo en cada mano. A pesar de todo, a pesar de no tener suerte cruzando los dedos, me siento afortunado porque la heladera me ha invitado a una cerveza, o dos o tres.
4 comentarios:
Mejor tener seis dedos para poder contar el sinfín de cañas que te puedes tomar con la heladera, ¡el que avisa,...!
Ah! para aparcar hay que imaginarse un gato con tres pelos. ¡Es mano de santo! Dile a Andrea
Hoy a vuelto a cruzarlos... y hemos aparcado tan lejos como ayer... jajajaajaja,
un gato??? con tres pelos???
No sé tú, pero nuestra media es de tres cuartos de hora a una hora para encontrar aparcamieto relativamente "cerca" de la Magdalena.... buaaa buaaa
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