El Sr. Francisco murió en acto de servicio. Se lo encontró su mujer muerto en el ascensor de la casa de mis padres, era el portero. Ellos vivían en el último piso, en "la casa del portero", un apartamento pequeño y frío en invierno, y pequeño y caluroso en verano. Crecí viendo cada día al Sr. Francisco en su garita, con su boina tapándole la calva y mirando por encima de sus gafas de leer cada vez que atravesaba el patio mientras él hacía quinielas. A veces me cruzaba con él en algún rellano mientras fregaba la escalera. Solía poner cara de enfadado cuando yo le pisaba lo fregado o manchaba algo. Aun así, a mi familia nos trataba bien. Creo que era porque mi padre le daba un buen aguinaldo por navidad. Yo pensaba en que vecinos le debían dar aguinaldo y cuales no. Yo resumía la relación de los vecinos con el portero sólo por ese hecho. Era pequeño y todavía no entendía la complejidad de las relaciones vecinales con su portero. Sí alguna vez lo veía discutir con alguna vecina, la causa estaba en el aguinaldo de navidad. A veces me lo encontraba con la cara negra, y cuando digo negra quiero decir negra. En invierno además se encargaba de echar carbón a la caldera de la casa. Había dejado el pueblo y su rebaño de ovejas para venirse a la capital, y allí estaba él, vigilando su territorio, el patio, la escalera y los rellanos, la caldera, y ayudando a mi madre cuando venía cargada con la compra del mercado. En mi época universitaria trabajé varios veranos como conserje. En el paseo de Sagasta no eres portero, eres conserje. No fue difícil, pero no porque sea fácil, las relaciones con los vecinos siendo conserje dan para escribir un libro, no fue difícil porque crecí en una casa con portero, el Sr. Francisco.
4 comentarios:
En 3 rue du genéral Lanrezac en el barrio de L' Étoile en Paris, la portera o 'concierge' era Rosita... vivía con sus 3 hijos y su marido bueno-pero-bastante-alcohólico repartidos en una sala multiusos en la planta baja y en varias habitaciones del 6º sin ascensor...
Había reconvertido el patio interior-sin-sol en un bello jardín con plantas verdes-más-altas-que-las-personas y los niños del edificio se auto-invitaban a comer a su mesa, una vez vencido el miedo inicial a su marido-oso... 'Rosa, tu m'invites?'
Ha trabajo muchísimo toda su vida, olvidándose por completo de sí misma, para sacar a delante a su familia, para conseguir que su primogénita se convirtiera en la periodista que siempre había soñado ser, para que la segunda se atreviera a ser el motor del regreso familiar al país de origen y fuese todo libre y revolucionaria que pretendía ser, para que su único varón se reencarrilara y acabase siendo un pedazo-de-carismático-profesor de francés en la Galicia rural y padre de una hermosísima familia... y también para siempre proteger y amparar a mi padre, el gran motor espiritual de la saga...
En Navidad, Rosita pasaba olímpicamente de los aguinaldos y uno de cada dos años se marchaban todos juntos a pasar las fiestas, a la casa que construyó en su aldea natal...
D.E.P. Sr. Francisco
Larga y bonita vida a Rosita!
Qué Grande!!!
Cuando yo era pequeño también teníamos una Portera (en el barrio de la Jota era esa la palabra). Qué buena mujer la Señora Trini! Qué bueno aquel humilde chocolate con pan...
O sea, que trataste bien a los que te dieron aguinaldo, je je je
Besos mil
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