Me gustan los Reyes Magos. Recuerdo cuando era muy chiquitín y mi madre me despertaba a besos por las mañanas. Nada es para siempre y aquella manera de despertarme tampoco. Con los años, mi madre se ponía su traje de guerrera, abría la puerta de mi cuarto y nos iba despertando a mi y a mis hermanos con frases como venga, arriba que vais a llegar tarde al colegio, rápido que no llegamos, ya tenéis el desayuno preparado, lávate la cara... En ese momento dejé de ser un niño pequeño para ser un niño con obligaciones, la más importante ir al colegio. Eran aquellos años en que todavía creía en los Reyes Magos. Pero llego el día en que se acabó ser un niño con las cuatro letras que creía que en la vida podían pasar cosas increíbles y mágicas como que tres tipos con barbas y casi 2000 años entraran en las casas de todos los niños del mundo en una noche y te dejaran los regalos que tu querías. La vida era otra cosa más real y había llegado el momento de saberlo. En ese momento deje de ser un niño para ser un hombrecito al que se le había roto la magia de los niños. Tres décadas después he vuelto a descubrir que no existen los Reyes Magos, que no pueden pasar cosas increíbles y mágicas, que nada es para siempre y lo peor de todo es que al ladito de mi cama tengo un despertador que no me da besos cuando abro los ojos cada mañana.
1 comentario:
Es difícil andar por la vida con la magia y la infancia intactas, muy difícil... pero conviene intentarlo porque sin ellas la vida es una p... m...
¿A qué hora te despierta ese antipático? Lo digo para adelantarme cada día y mandarte un beso con abrazo.
De momento quédate con unos cuantos, muchos besos. Te los dosificas y cuando se te acaben me pides más.
Muak, muak y requetemuak.
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